Tras una temporada más sin títulos, en Guadalajara se determinó emprender un cambio radical de cara al futuro. La salida de Ricardo Peláez implicaba el arribo de nuevo mando en el área deportiva: Fernando Hierro comenzaba su era al frente de los rojiblancos. El ibérico no tardó en exponer sus lineamientos.
Prometió evitar desembolsar grandes sumas por refuerzos, teniendo en cuenta las restricciones de Chivas para contratar solo mexicanos. Hierro buscaba zafar de la lógica de "patrocinio" que solían exigir otros planteles.
Y sus primeros mercados le están dando la razón. Con un desembolso ínfimo en comparación a lo gastado antes, logró conformar un plantel altamente competitivo. Figuras como Gutiérrez, Hernández o Cowell cayeron por precios accesibles. El caso que mejor evidencia el nuevo rumbo es la contratación de cinco jugadores por lo que antes costó solo uno.
Antuna significó una inversión récord que no rindió ni en lo deportivo ni económico para Chivas. Mientras Hierro ajusta los cordones con ingenio, queda expuesto el derroche del pasado que no supo construir grupo ganador. El presente ilusiona a la afición, que ve aplicados los postulados del directivo con crecientes resultados.
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La promesa está cumplida. El Rebaño sucumbe ante los acertados pasos iniciales del mandamás, que deja al descubierto los desaciertos en la planificación que antecedieron su desembarco en Verde Valle.
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